[Aaron Olapade]: Es una lección de humildad estar hoy aquí con todos ustedes en este Día Nacional de Acción para exaltar el legado del congresista John Lewis, un hombre de profunda fe que hizo de su vida un sermón viviente sobre el coraje, la conciencia y el compromiso con la justicia. Good Trouble Lives On no es sólo un eslogan, es un llamado a todos a recoger la antorcha que John Lewis llevó por Selma, por los pasillos del Congreso y por los corazones de generaciones. Y aunque muchos piensan que esa antorcha ardió en las calles, en los tribunales o en nuestras cabinas de votación, hoy quiero hablarles sobre otro campo de batalla donde se deben crear buenos problemas, y es en nuestras escuelas. Dudo en utilizar el lenguaje de una batalla, dado nuestro compromiso con las protestas no violentas, pero no se equivoquen, Los ataques a la educación que estamos viendo en todo el país no son accidentales. Son deliberados. Son estratégicos. Están destinados a impedir que nuestros jóvenes conozcan la verdad, conozcan su poder y se conozcan entre sí. Déjame ser claro. La educación no es neutral. O afirma nuestra humanidad o la niega. O dice la verdad o la borra. O abre puertas o los cierra con llave. En este momento, en las cámaras estatales y en las juntas escolares de todo el país, somos testigos de intentos de convertir las aulas en esos campos de batalla, prohibiendo libros, silenciando a los maestros y criminalizando las conversaciones honestas sobre raza, género, sexualidad e historia. En algunos lugares, a los estudiantes se les dice que no pueden expresar sus propias identidades en voz alta. A los docentes se les dice que no pueden nombrar sistemas de opresión, Y a comunidades y culturas enteras se les dice que sus historias no pertenecen a la página ni al plan de lección. Esto no es sólo censura. Esto es control cultural. No se trata sólo de currículo. Se trata de poder. Y es nuestro trabajo, nuestra obligación moral, meternos en problemas para resistirlos. Como miembro del Comité Escolar de Medford, tomo esta responsabilidad muy en serio. Sé que las juntas escolares locales son a menudo la primera línea de defensa y la primera fuente de resistencia. Cuando hablamos de proteger la democracia, no podemos pasar por alto nuestra responsabilidad de proteger la libertad educativa. Y eso significa defender la verdad en nuestras aulas. Significa asegurarse de que los estudiantes aprendan no sólo las fechas del Movimiento por los Derechos Civiles, sino la génesis y el espíritu del movimiento de derechos civiles. Significa asegurarnos de que todos comprendamos por qué la gente marchó y por qué seguimos marchando. Significa que la historia negra no se limita a febrero. Significa que las voces indígenas no se limitan a las notas a pie de página. Significa que a los niños queer no se les pide que desaparezcan. Significa que a los niños inmigrantes no se les pide que olviden de dónde vienen. No necesitamos una historia desinfectada. Necesitamos una historia honesta. Porque sólo cuando afrontemos la verdad podremos transformarla. Y amigos, este no es sólo un problema urbano o del sur. Estas batallas están ocurriendo aquí mismo en Massachusetts, en el área metropolitana de Boston, en mi ciudad natal de Medford. Entonces la pregunta simple que debemos hacernos es ésta. ¿Qué lado de la historia estamos escribiendo y quién tiene la pluma? Para mí, como joven funcionario electo negro, conozco lo que está en juego. Sé lo que significa sentarse en un salón de clases y no verse reflejado. Sé lo que se siente cuando tu identidad es tratada como una ocurrencia tardía o como una amenaza. Y sé lo que significa encontrar finalmente tu voz y que alguien intente quitártela. Por eso me postulé para el comité escolar. Por eso lucho por una financiación equitativa, por un plan de estudios inclusivo y por prácticas docentes culturalmente responsables y receptivas. Y es por eso que estoy trabajando para garantizar que nuestras escuelas sean espacios valientes donde todos los jóvenes se sientan seguros, vistos y apoyados. Porque, amigos míos, el aula de la escuela pública es donde comienza la justicia. El aula es el lugar donde los jóvenes aprenden por primera vez el lenguaje de sus derechos. El aula es donde aprenden por primera vez a desafiar las suposiciones. El aula es donde aprenden por primera vez que el silencio no es lo mismo que la paz. Y ese cambio es algo que ellos pueden crear. Y si eso incomoda a algunas personas, bien. John Lewis no hacía que la gente se sintiera cómoda. Les hizo pensar. Él los inspiró a actuar. Les inquietó que sintieran la urgencia del ahora. Así que sintamos esa urgencia hoy, cinco años después de su fallecimiento, y llevemos adelante su legado con audacia, claridad y valentía. Neguémonos a permitir que se enseñe la injusticia como neutralidad. Neguémonos a quedarnos callados mientras otros intentan borrar nuestras historias. Neguémonos a sembrar las mentes de la próxima generación con miedo y falsedades. En lugar de ello, construyamos escuelas donde la libertad no sea sólo una unidad del libro de texto, sino una realidad viva y respirable en la vida de cada estudiante. Estamos fuera, estamos fuera, estamos fuera. Si algo nos enseñó John Lewis es que la democracia no es un hecho, es un acto. Y yo añadiría que también lo es la educación. Es un acto de esperanza, un acto de resistencia, un acto de imaginación. Así que hoy, mientras marchamos, mientras hablamos, mientras nos organizamos, comprometámonos a traer buenos problemas a todos los espacios, a todos los espacios donde se esconde la injusticia, especialmente en las aulas, que moldean el futuro de nuestros hijos. Honramos a John Lewis no sólo recordando por qué luchó, sino seguir luchando. Así que vamos a meternos en problemas por la verdad, la justicia, la educación y por cada estudiante que todavía espera que el mundo refleje su valor. Gracias. Metámonos juntos en buenos problemas.